“Detrás
de las paredes, que ayer te han levantado, te ruego que respires todavía…”.
Fragmentos sui generis de una canción creada por un grupo bautizado de la
misma forma que suena mientras pienso en cómo hacer para que estas letras calen.
Rasguñar las piedras describe de una
forma introspectiva lo que se siente cuando hay que hablar a favor de un
desprotegido.
Digámonos la verdad, todos nos preocupamos
por el ambiente como nos preocupamos por el hambre en África, los desplazados,
la carrera de Marbelle y el potasio en la leche… (!) Algunos (pocos) apagamos
las luces que no se están utilizando, cerramos la llave mientras nos lavamos
los dientes y compramos algunos productos “amigables”; es más, en ocasiones
hemos “expuesto” la vida -literalmente- al decirle a algún gil de los que
abundan por ahí y por allá, que no tire basura a la calle. Lo peor de todo es
que por estas pequeñas “buenas obras”, ahora nos conocen como los
“ambientalistas” del grupo o de la familia… -¡Usted cómo jode!- replican cuando
preguntamos de manera inocente que por qué esa luz está encendida o por qué el
televisor está prendido si no hay nadie viéndolo. Tan abstinente es la cultura climática
de la mayoría de ciudadanos (por no decir habitantes), que esas pequeñas
acciones en pro del planeta nos rotulan como los descendientes directos de
Jacques Cousteau o Steve Irwin. Pero, ¿es nuestra preocupación consecuente con las
cosas que hacemos por el ambiente? Usted y yo sabemos que no es así.
“Apoyo
mis espaldas y espero que me abraces, atravesando el muro de mis días…”.
Casualmente asistí hace pocos días a una
charla acerca de las crisis en las organizaciones. Una de las lecciones más
valiosas de este foro, fue descubrir que es precisamente durante las crisis que
los abanderados o los voceros de la organización deben hacer gala de su
sapiencia y expertise para lograr
desarrollar eficazmente planes de contingencia que solventen el conflicto. En
ese orden de ideas, es imposible no hablar del peor desastre que ha vivido la
humanidad y el cual estoy seguro es protagonista en muchos textos de esta
edición.
El pasado 22 de abril, fecha que conmemora el
día internacional de la tierra y el natalicio de mi esposa, (irónicamente) la
plataforma petrolera Deepwater horizon
explotó y dejó como saldo once personas desparecidas, dos muertos -en las
labores de contención- y la medio bobadita de más de 60.000 barriles diarios de
crudo que durante 55 días fueron a parar al océano.
Catastrófico a todas luces.
Revalidando lo de nuestra preocupación laxa y
ajena, calcularé en litros esta cifra para que usted como yo, sienta pena.
Repito estas letras nos tienen que hacer cambiar, ¡algo tiene que pasar!
Un barril de crudo
estadounidense equivale a 158.987 litros, que multiplicando por 60 mil
(barriles) y multiplicado por 55 días que estuvo sin contenerse el derrame, dan
una cifra trágica o como diría un amigo “vulgar
display of power”.
Sin puntos de unidades de mil, ni apóstrofos
que indiquen el millón, el daño es irreversible.
Lea esto (si puede): 524657100000. Si no pudo
le ayudo: quinientos veinticuatro mil seiscientos cincuenta y siete millones,
cien mil litros de petróleo aproximadamente flotan en el mar destruyendo y
acabando con todo lo parezca vida marina por cuenta de la avaricia y la
dependencia desproporcionada de los seres humanos (lindo eufemismo para
clasificar una especie que destruye su propio entorno) por el oro negro.
Funesto,
Desastroso, Catastrófico…Otra lección del foro de crisis fue evitar palabras como
esas, pues ante los medios suelen convertirse en armas de doble filo. Pero como
yo no soy vocero de la BP no voy a poner en práctica esa lección. Nosotros
somos los abanderados y representantes de este planeta por tanto debemos llamar
a las cosas por su nombre y hacer lo que sea necesario para salvarlo o para que
nos respondan por el daño… Y no hablo de dinero, ¿qué nos importa que multen a
la multinacional culpable de esta desgracia?, A mí y a usted como voceros de
esta empresa llamada LA TIERRA ¿para qué nos sirve que el mundo se llene
dólares “indemnizados”? si en este momento hay más de 20 compañías haciendo lo
mismo y manteniendo los riesgos potenciales que tuvo la plataforma que sí
explotó.
Como inquilinos de este planeta que nos
prestaron para vivir ¿qué vamos a hacer?
“Y
rasguña las piedras, y rasguña las piedras, y rasguña las piedras hasta mí…”.
Yo soy Publicista y Docente Universitario y
sé que desde mis actividades puedo ayudar a cambiar la cultura y a frenar esta
indolencia generalizada, sé que usted desde su quehacer o su profesión también
puede hacerlo, por eso lo exhorto a que cuando menos comience a apagar luces y
a increpar a aquella señora que no recoge el papelito del dulce que se acabó de
comer. No le dé pena ni pereza apagar la luz de un baño comunal o de la oficina
de la empresa, cierre los grifos de orinales que arrojan agua sin contemplación
cuando nadie está miccionando, sacrifique la estética de su casa y utilice
bombillos ahorradores, compre productos ecológicamente amigables, valen lo
mismo que aquellos que no lo son, ¡recicle!, no imprima, reenvíe; no maneje,
camine; no queme basuras, clasifíquelas; no sigamos en las mismas, cambiemos.
Estamos en crisis y es ahora cuando el mundo
necesita de sus abanderados y de sus voceros. A los que esto les vale “huevo”
no descansan, nosotros, a los que sí nos duele, tampoco podemos hacerlo.
Ojalá estas palabras calen y se conviertan en
acciones, de lo contrario puede ser que la próxima letra que escuchemos sea la
de Canción para mi muerte.
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