Principios precolombinos que deben sonar
ajenos y desconocidos para cualquier persona, pero que fundamentan significados
simples que otrora fueron cimientos del imperio más poderoso de América del Sur.
“Hoy por ti, mañana por mí”, “trabaja por el bien general” y “devuélvele
a la Madre tierra algo de lo que te
da”.
Ahora que estas frases no suenan tan “cholas”,
frustra saber y conocer los detalles de la debacle de un imperio que se
desarrolló bajo esas tres máximas y que hoy, ya extinto, exhibe rezagos
culturales que la evocan en algún recorrido turístico a través de los Andes.
El lugar en algún momento se conoció como el Tahuantinsuyo (territorio ocupado por el
Imperio Inca que comprendía territorios relativos al Sur de Colombia, pasando por Ecuador, principalmente por Perú y Bolivia, hasta gran parte de Chile y el Noroeste de Argentina). La instrucción empieza
con una travesía casi imperdible por la ‘Montaña vieja’ o como se le conoce
actualmente, Machu Picchu. Allí Romain, guía, peruano, cusqueño, mestizo y orgulloso,
con un profuso conocimiento sobre los incas y enciclopédica fluidez ilustra al
turista que ávido por obturar su Cybershot
sobre cualquier detalle se distrae con la magnificencia del paisaje y se pierde
todo lo que tenían, hacían y sabían los descendientes de Inca Roca el primero en ser llamado Inca -gobernador supremo, rey-.
Los aportes que hicieron en todos los ámbitos fueron innumerables como útiles,
su organización jerárquica era simple pero estructurada, sus creencias aunque
sincréticas en varios sentidos con algunas religiones modernas, eran coherentes
y llenas de instinto, su vida era en una palabra, equilibrada.
Hambruna o escasez fueron vocablos que nunca
tuvieron referente, las evidencias apuntan a una constante superproducción de
alimentos y modernas técnicas de conservación de los mismos. Fueron una cultura
agrícola, desarrollaron los andenes, (terrados artificiales que servían para
obtener y aprovechar diversos microclimas, el agua y el cultivo en las laderas
andinas), los fertilizantes orgánicos y los sistemas hidráulicos de riego que
fueron el punto de partida para muchos sistemas que se implementan actualmente.
El tributo o la ofrenda jamás faltaron a la Pachamama, encargada de propiciar
la fertilidad en los campos y soberana del Hurin
Pacha o el mundo de los vivos.
El Valle Sagrado esconde sabiduría, El Camino
del Inca demuestra convicción, Machu Picchu es energía y espiritualidad.
De regreso en Colombia, “la actual”, los
aspectos son diametralmente opuestos y desoladores. 70% del país inundado, casi
2 millones de damnificados, pérdidas multimillonarias, cultivos arruinados,
escasez de alimentos, deslizamientos, carreteras bloqueadas, desabastecimiento,
muertos y miseria.
Las constantes e indiscriminadas lluvias han
hecho del país una verdadera tragedia y todo atribuido a un pueril fenómeno (el
de la niña). El gobierno se ha manifestado a través de los medios para clamar
por la caridad de los no afectados, donaciones provienen de toda clase de
organizaciones y empresas, sus intenciones me las reservo; grupos, post y twitts incitando a la ayuda “inundan” las redes sociales. ¡Cómo no,
hay que colaborar!, pero desde este espacio prefiero la postura de prevenir
para no lamentar. Este chaparrón pasará, el agua bajará, las casas y carreteras
se volverán a construir, los mensajes en redes regresarán a la trivialidad, las
donaciones y ayudas tendrán diferentes destinos, volveremos a abusar de la
tierra transgrediendo sus principios, seguiremos dándole más valor al dinero
que a la supervivencia, continuaremos siendo, o tratando de ser “desarrollados”
¡cueste lo que cueste!
Hoy, con palabras quiero pedir que volvamos a
esas viejas costumbres, promovamos en todos los aspectos de nuestra vida tres
sencillos principios: aprender y enseñar, buena moral y respeto a la madre
tierra, ella estuvo aquí antes de que todo empezara y cuando todo acabe, ella permanecerá.
Trabajemos por los demás y por nuestra
comunidad, ¡es nuestra! (Mita), demos la mano cuando alguien lo necesite,
seguramente nos la darán cuando la necesitemos (Ayni), el trabajo en favor de
los desafortunados no debe ser discrecional (Chunga), seamos más indios. Si lo
hacemos, tal vez la próxima vez que alguien le diga “qué indio”, usted conteste
Gracias.
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