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lunes, marzo 05, 2012

PRÓXIMA PARADA

Data el año de 1985, el noticiero 24 Horas acuciosamente cumple con su horario de las 7:00 p.m., y arranca con su emisión diaria de noticias de la nación y el mundo. En esa época no había, como ahora, patrullero de la noche, del agua, del día, de la calle... Pero sí mostraban los sucesos que registraban las escasas cámaras que había en la ciudad de Bogotá en ese entonces. 



La toma nos muestra la Avenida Caracas a la altura de la calle 32, son las 9:00 de la noche y un hombre cualquiera espera con preocupación un bus (cebollero) que no asoma en el horizonte. La imagen continúa, el hombre sigue esperando el transporte que no llega, la cámara se esfuerza por registrar con pixeles, el suceso que está a punto de ocurrir. En un santiamén otro sujeto aparece de la nada y con un objeto contundente que carga en su mano derecha, golpea violentamente la cabeza del "cristiano" que inerme esperaba su 'dietético' transporte. El porrazo es escalofriante, la víctima cae de inmediato al piso inconsciente. El victimario procede a esculcarlo, aflora de los bolsillos del caído un par de monedas (seguramente  el pasaje del bus) y emprende, no su huída, sino su tranquila caminata. 


El hombre que yace en el piso, presuntamente inerte, rápidamente se vuelve parte de la escena. El noticiero haciendo gala del sensacionalismo sobre el cual se erigieron los fundamentos del periodismo colombiano, repite la acción en cámara lenta y hace "lupa" (efecto que maximiza una porción de la imagen) sobre la mano del agresor. La repetición no resultó menos que traumática, el hampón que agrede al desprevenido ciudadano, descargó su "furia" con un tejo. Obvio, el presunto asesinato ahora era un hecho lamentable y para el gobierno distrital, otra estadística más.


Escenas tan frías como esas, se veían a diario y a cualquier hora en la Avenida Caracas que no tenía Transmilenio. Esa que dividía los carriles con afiladas lanzas de acero, que convertían al peatón en un gladiador o en una potencial víctima del tétano. Esa a la cual uno debía exponerse y para la cual debía prepararse con un puñado de monedas con el fin de sopesar la ambición del gamín de turno que con malicia merodeaba las vetustas estaciones de concreto. 


El tiempo pasó y la ciudad dio dos pasos importantes, dos elecciones que cambiaron el rumbo de la pseudometrópolis que era Bogotá. Primero, Antanas Mockus fue electo alcalde y con él, se dio algo que parecía imposible, culturizar en gran medida a los residentes. La educación y la Cultura Ciudadana tuvieron espacios que repercutieron positivamente en la forma de vivir de los capitalinos. Luego Enrique Peñalosa, el sucesor en la alcaldía, hizo gala de todo su expertise administrativo y le dio a Bogotá un sistema de transporte rápido, eficiente y masivo: el Transmilenio. 




Naturalmente este cambio no fue tan sutil como mis palabras lo describen, los acostumbrados al caos, a la mugre y a tener el "negocio" del transporte en pocos bolsillos, protestaron, dañaron, bloquearon y pelearon... Hasta que al fin se les dio lo que buscaban, lo que todo el mundo en Colombia al parecer busca, una tajada (CVY*).


El sistema funcionó bien, la ausencia de troncales hacía que se represara más gente de la esperada en las vías que fueron elegidas para empezar con la operación (Caracas y 80), sin embargo el anhelo de la futura construcción de otras troncales y la velocidad de los desplazamientos curaron la desesperación de los usuarios.


Hoy en día y dos mandatos después (Luis E. Garzón, Samuel Moreno, y Gustavo Petro en ejercicio), queda poco de aquella utopía de movilidad que nos prometieron. Estos mandatos - todos de izquierda, vale aclarar - consumieron la ciudad y sus recursos, administraron mal los contratos y concesiones de las vías, descuidaron aspectos que parecían resueltos y embolataron las partidas que estaban destinadas a poner a Bogotá a la altura de las grandes capitales del mundo.


Ahora, la gente se queja y hace protestas en las exiguas rutas que el sistema Transmilenio posee. Bloquean, rompen y gritan arengas en busca de un servicio digno de transporte. Las fases que estaban planeadas y que incluían la construcción de otras troncales (Boyacá, Av. 68 y Calle 26) están más demoradas de un desfile de cojos. Los que se robaron la plata, cuestionados y juzgados con excesiva laxitud, devuelven chichiguas para negociar su libertad. El alcalde actual, quien fue de la misma corriente política que su antecesor y al cual hoy repudia, se "preocupa" pero no actúa, por el contrario anda en varias camorras burocráticas, en un intento patético por cumplir los imposibles que utilizó para ser elegido y para salvar lo que le queda de orgullo, así sea a punta de sobrecostos que naturalmente, los marranos (ciudadanos) tendremos que pagar. Bogotá nuevamente buscando ser llamada 'La Atenas Suramericana', ya no por ser meca cultural, sino por su excesiva colección de ruinas sigue, como dicen por ahí, "del sieso pal estanco" y parece que no va a haber quién la ayude a levantar, los medios y trinos ensañados con el sistema Transmilenio, como si este tuviera la culpa, es claro que hay gente que no recuerda cómo estábamos, sin embargo me sorprende que en vez de reclamarle a los que debemos reclamarles, preferimos ensañarnos a pedradas en contra de los buses, que mal o bien, tendremos que arreglar de nuestro propio peculio.




Yo no sé, pero insisto en que Transmilenio, tal como su eslogan lo decía, fue un amigo que nos cambió la vida, fueron los gobernantes sucios y corruptos, quienes lo convirtieron en un enemigo público. Ahora y teniendo en cuenta que esto no va a cambiar, por lo menos rápidamente, debo decir que prefiero 1000 veces los articulados que los buses de antes, los cuales, aún deambulan por las calles como si el tiempo no hubiera pasado. No soporto más llegar a mi casa con maní, dulces, aguja e hilo y libro de inglés... Pues en cada recorrido se suben 10 vendedores con el mismo discurso y con la misma amenaza: "no quiero volver a robar, por eso vendo en los buses". Eso sin contar a los que acabaron de salir de la cárcel, los cantantes frustrados, o los enfermos quienes con fórmula médica en mano, le arriman a la cara del pasajero, su cicatriz infectada o su lesión sangrante.




No soporto más la esencia de cebolla que dejan los buses viejos en la ropa, la mano negra y la potencial infección después de haber cogido la varilla del techo. No tolero más los puestos que están diseñados para gente que mide 1,50 o menos, de tal forma que los "altos" debemos quedar espernancados cual porristas de colegio. No sé cómo hacen los conductores para vivir sin desodorante y al mismo tiempo escuchar emisoras de chistes todo el santo día (chistes malos). No entiendo cómo los usuarios prefieren viajar en carcachas modelo 70 y anteriores, que en cualquier momento se quedarán sin frenos y cuyas ventanas jamás abren (por si hay que abandonar el bus por una de ellas). No sé cómo hacen para pelear porque el TM va lleno, pero no protestan cuando a uno de estos dietéticos, se suben dos mequetrefes armados con cuchillos y arrebatan, bajo la mirada impávida del conductor y del ayudante, las pertenencias de todos los que allí viajan, nunca comprenderé cómo pagan $1300 pesos por esa basura de servicio y a la vez alegan por el precio del viaje en articulado... ¡Francamente no sé!




Me perdonan aquellos sentimentalistas que les gusta ser interrumpidos cuando van "hablando, pensando o meditando", los mismos que llegan llenos a su casa de tanta degustación de maní, esos que disfrutan el vértigo que deja una pelea del centavo o que disfrutan apaciblemente las 560 paradas que hace el bus cada vez que alguien alza la mano o se rasca la cabeza sobre la acera... Pero hoy los invito a un nuevo viaje, antes de destruir nuevamente una estación, súbanse a un artículado y bájense cuando escuchen la voz automatizada decir: "próxima parada... La mierda", pues es allí en donde, al parecer, les gusta vivir.


*CVY: apócope criollo que acuña "cómo voy yo", pregunta típica del colombiano que busca tajada en un negocio de índole estatal o privada. Frase milenaria que debería ir en nuestro escudo nacional.