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martes, agosto 14, 2012

IR AL CINE, UNA EXPERIENCIA "COMINSUN"

Soy un cinéfilo consumado. Ir a cine me encanta, es un plan divertido, cultural y enriquecedor. Además, cuando uno desarrolla 'buen ojo' y se acostumbra a leer blogs afines al mundo del celuloide, es posible que se salve de uno que otro "hueso".

Hace poco se estrenó la tercera parte de Batman (The Dark Knight Rises). Cinta que concluye la trilogía del hombre murciélago y que con una magistral ejecución fue reivindicada a través de uno de los mejores cineastas contemporáneos, Chris Nolan. Antes de acudir a la cita que el héroe oscuro de DC Comics nos puso, debo confesar que estuve tentado a verla en la comodidad de mi hogar (entre otras cosas, aprovechando las ventajas de vivir en un país que enaltece a diario la piratería ilegal).

Pero ¿por qué ver la película más esperada del año utilizando un DVD de dudosa procedencia y con una calidad inferior a la que seguramente encontraría en el teatro? 

Precisamente la "ida a cine", es la respuesta y mi última experiencia allí lo aclarará todo.

La tragedia comienza con la pésima gestión en el tema de las reservas, la aplicación para móviles es un tedio ineficiente y por internet la paquidérmica tramitología hace su infaltable aparición. Una vez que se llega a la sala lo primero que uno debe decir es que no es un plan barato. Un maíz (que muy rara vez te comes completo) y un paquete de maní son -15 mil o -20 mil pesos y contando. 

Luego, veo gente haciendo fila para entrar a la sala, algo que no entiendo ya que las sillas son numeradas (!). El acomodador nos ubica y empieza "Cristo a padecer"... El universo conspira y siempre me toca al lado la parejita compuesta por el novio gomoso (de la cinta que proyectan) y por la novia que no vio las películas previas, de manera que, para el caso de Batman, cuando en la primera escena sale Cristian Bale, ella pregunta a su parejita con voz somnolienta "¿y ese quién es?". Esa sería la primera de muchas preguntas estúpidas y predecibles. Yo empiezo a sudar.

El tema de la reserva fue un complique así que no pude quedar en la última fila de la sala, lo que implica tener a una persona en la silla de atrás que piensa o leyó (si sabe hacerlo) en algún lado que el espaldar de mi butaca es una especie de "descansadero de pies", el cual se ve vituperado con cada emoción del sujeto de atrás. Mi transpiración aumenta. 

Empieza un corto (que no es tan corto) sobre alguna zona deprimida del país y su respectiva expresión cultural que de alguna forma disimula la miseria existente en las zonas rurales... 30 minutos después aún no termina. Temo por mi aneurisma que crece progresivamente.

Los avances de la otras películas y el espacio mudo entre ellos es el exfoliante de una nueva ira... Mis oídos revientan ante el chasquido a decibeles absurdos de ripios de perros calientes, nachos y cualquier cosa comestible. ¿Será mucha molestia si Cine Colombia pone un mensaje que diga: "apague su celular, mastique con la boca cerrada y no sorba, ¡por Dios!, no sorba la gaseosa"?

La película empieza y entre las preguntas de la niña del lado, las patadas del tipo de atrás, la risa exagerada y sobreactuada de toda la sala, los portavasos compartidos, los paquetes de papas fonéticas, el incontinente que fue al baño 17 veces, el que llegó tarde, la que no apagó el celular y la pareja que no tuvo para pagar niñera (y le tocó traer al guámbito) yo ya estoy que me paro de mi silla y me inmolo.

La película termina, salen los créditos y los que durmieron plácidamente se retuercen para quitarse la modorra post-onírica. 

El momento que acaba con la paciencia la detona un aplauso tibio al fondo de la sala... ¿Un aplauso? (Aunque no lo crean).

Esto ya no da más, lo he probado todo: todas las salas, todas las horas, todos los puestos, hasta películas de cine arte (!) y todo ha resultado inocuo. 

¿Qué pasa?, mientras aquí la "gente" que va a cine se comporta como un chimpancé de zoológico, en Estados Unidos un jovencito de nombre James Holmes, horrorizó al mundo entero. El "gringo" entró días atrás al estreno de TDKR en Aurora-Denver y durante la proyección sacó un rifle y empezó a disparar contra los asistentes. El saldo no pudo ser menos que espantoso: 58 heridos y 12 muertos... 

¡Qué tragedia!, no basta con las filas, las preguntas, los que duermen, los que comen con el sonido a toda, los cortos largos, los celulares, los aplausos y las patadas en la silla... ¿también toca esperar a que no nos maten durante la película?

Ayúdenme a salvar el "plancito" de ir a cine, de lo contrario ir al teatro cada vez que haya alguna pieza que valga la pena, se convertirá en "una pesadilla cerca a usted" o como dicen por ahí... "comin sun in yur neiberjud".