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martes, mayo 29, 2012

Víctimas de nuestro propio invento

La escena es Lima-Perú. Después de ser "víctima" de los placeres de la gastronomía peruana, salgo a caminar por el barrio Barranco, el cual goza de una notable y particularmente bohemia vida nocturna (una especie de Usaquén). Por un callejón veo unos artesanos que trabajan en las plazuelas y rotondas de la peculiar arquitectura chola, me acerco curioso y lo primero que me pregunta el vendedor es mi lugar de origen. Le contesto con una sonrisa que soy de Colombia a lo que el amable joven replica con inmediatez —Hola Parcero, qué chimba.

Yo sonrío apenado y algo intimidado pues sus compañeros se acercan (después entendería el inusitado interés). Trato de agradecerle el saludo pero le explico que soy bogotano, que el "qué chimba" y el "parcero", son expresiones propias de antioquia, de los paisas. Ni el tipo ni sus pares me entiende, insiste en repetir las dos palabrejas con tozudez mientras yo me empiezo a incomodar.

De un momento a otro y sin ningún tipo de delicadeza me pregunta si tengo 'alguito'. La mirada y la forma en que lo dijo, me llevó a inferir que me estaba pidiendo drogas. Indignado me fui del lugar pero antes le dije al grupito de pseudo hippies que no todos los colombianos somos paisas y no todos somos jíbaros. Ellos quedaron absortos y callaron mientras yo me alejaba del lugar. (Después entendería por qué el inusitado respetico).

A la mañana siguiente y con el guayabo patriótico que me dejó la resaca del estigma de ser colombiano, abrí la cortina y todo fue más que claro. Una valla publicitaria anunciaba con exaltación 'El Cartel de los Sapos 2'. Fue entonces que entendí el porqué de muchas cosas que la noche anterior me indignaron y de paso me libraron de una golpiza.

Para aquellos que fueron afortunados y no vieron esta novela, de factura colombiana como siempre, fue otra de las mil historias que cruentamente reflejan la "realidad" de asesinos y narcotraficantes que dizque por cuestiones de la vida, terminan delinquiendo y haciendo que el televidente se solidarice con los personajes criminales que protagonizan este tipo de producciones. Paisas, narcos, asesinos, colombianos... La combinación es similar, eso hacemos, eso vendemos y eso exportamos, y yo ofendidísimo por lo que me dijo el desprevenido hippie.

¿Qué carajos hacemos entonces gastándonos un mundo de plata en cancilleres, cumbres y en campañas de marca país, si nuestro principal producto de exportación son las novelas de sicarios y narcos?

Sé que usted, que lee esto, alguna vez en su vida ha sido estigmatizado, señalado, requisado o revisado en algún aeropuerto por tener ese desprestigiado pasaporte vinotinto y se ha preguntado (con cierta inocencia) ¿qué hicimos nosotros para merecer esta suerte?

Pues al que no le gusta el caldo le dan dos tasas. Ayer el Canal Caracol estrenó 'Escobar, el patrón del mal'. Un novelón que en alta definición relata la vida y obra de uno de los seres más despiadados que han existido. Ese Pablo Escobar que tenía a la guerrilla comprada, a los políticos chantajeados y a los pocos periodistas que se atrevían a enfrentarlo, con los días contados. Ese que destruyó un periódico, voló el DAS y quien según dicen, fue el hombre más rico y poderoso del mundo. Ese que hizo parte del Gobierno como un "honorable" representante a la Cámara suplente para el Congreso de la República de Colombia en 1982.

No entiendo qué está esperando el Ministerio de Educación, el comité de buena imagen del país y cualquier otro estamento para detener este tipo de contenidos, que fijo, serán materia de exportación. 

No sé si es que ya nos acostumbramos a ser los más temidos del mundo y el plan de 'Bully' nos seduce. No sé si acostumbrados a los abusos de los poderes la sodomía que practica cualquier agente aeroportuario o ferroviario es pan nuestro de cada día. No sé por qué insistimos en autosabotearnos al impulsar el consumo de estas novelas y con ella esa imagen de hampones, ¡No sé qué le pasa a Colombia! 

Recuerdo que desde este irredento país fraguamos y redactamos una carta de indignación y reclamo dirigida al equipo productor de 'El Sr. & la Sra. Smith'. Película protagonizada por 'Brangelina' en donde la parejita recreaba una pequeña lucha en una Bogotá más parecida a Bagdad frondosa. El clamor no se hizo esperar... ¡Qué irrespeto!, si Colombia es un vividero, si el riesgo es que te quieras quedar, si ya hemos cambiado.

Ahora y al tiempo que termino este texto, el grueso de la población televidente colombiana, está "pegada" viendo a su patrón. En unos meses, será el mundo quien nutra su idea de quiénes somos gracias a este esperpento y nuevamente estaremos indignados por la forma como nos tratan y nos señalan. Lo peor del asunto, es que en las redes sociales, especialmente en Twitter, hay quienes argumentan que esta novela nos sirve como documento histórico, así no estaremos condenados a repetir la historia...(?).

Exhorto desde aquí a no ver el programa en cuestión. 

Concluyo desde aquí, que mientras no hagamos algo, seguiremos siendo víctimas de nuestros propios inventos. (Vea unos ejemplos).










 ¡Qué bonito! ¿no?