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martes, abril 14, 2020

ANTES DEL CORONAVIRUS


Entrego las bolsas que contienen los víveres que me han de abastecer las próximas dos semanas, mi esposa las recibe como si le estuviera entregando un recipiente con nitroglicerina, luego me atomiza con una mezcla de agua con alcohol (al 70%) al mejor estilo de cualquier película apocalíptica.

Luego, despojado de mi ropa (y parte de mi dignidad) corro al baño y me doy una ducha radioactiva, de esas que le dan a la gente que manipula uranio enriquecido o como si acabara de desactivar un dispositivo nuclear.




Esta escena, que ya es cotidiana y que nadie, hace tres meses esperaba vivir, hace parte de las medidas sanitarias que recomiendan para evitar contagiarse de un virus modificado genéticamente por el gobierno chino, para putearse a los gringos, y de paso al mundo, que ya de por sí le importa un comino (perdón por mi francés).

¡Calma'o! Seguro que ya está pensando que soy de esos locos que cree en cuanta teoría conspirativa le pasa por las manos, pero antes de ver el video que comparto al final de este párrafo, debo confesar que ya había pasado por mi mente (y por la suya) que crear un virus derivado del murciélago –el mejor chivo expiatorio, dado las porquerías que comen– sería la mejor forma de los chinos de jugar a tres bandas... Una: se tiran la economía mundial (empezando por la de su archienemigo, los G.I.Joe). Dos: hacen control poblacional deshaciéndose del grupo social que más le cuesta a una economía, los adultos mayores. Tres: se "tapan" de plata cuando en unas semanas digan que descubrieron la vacuna (que obvio ya tienen hace rato) y se la vendan al mundo por una "módica" chichigua.


En fin, tras días de una cuarentena, que parece alargarse conforme van saliendo las cifras que nuestros gobernantes se niegan a revelar (tal vez pensando que ni siquiera Noé tuvo semejantes problemas para encerrar a tanto animal), vamos descubriendo más aspectos de este virus mortal... No los voy a repetir, solo me voy a referir a uno que llamó poderosamente mi atención: lo lento que llegó.

No hablo de su velocidad de contagio ni de lo altamente virulento que es, hablo de que antes de que supiéramos de su existencia, ya se veían en nuestra sociedad, muchos de los síntomas que hoy le endilgamos al 'bativirus'. 

Antes del Coronavirus: culpábamos de todo al gobierno de turno (más si era uno por el que no votamos) incluso, de nuestra propia idiosincracia.

Antes del Coronavirus: sufríamos del síndrome de la 'Gata Flora' (a quien si se lo meten: chilla y si se lo sacan: llora)
No donan > ¿por qué no donan? Donan > Lo hacen para evitar impuestos. // Duque, inepto, declare cuarentena > ¿Cuarentena? ¡Nos quieren matar de hambre! // ¡Malditos, cierren fronteras! > Cerraron las fronteras, qué falta de empatía con los compatriotas que se quedaron por fuera. 

Antes del Coronavirus: vivíamos orgullosos bajo el yugo del dicho: "hecha la ley, hecha la trampa". Mil noticias pueden ejemplarizar lo anterior, la siguiente fue la que más retó mi capacidad de sorprenderme por nuestra siempre ponderable "malicia indígena":



Antes del Coronavirus: éramos corruptos y nos asombrábamos de que la corrupción no se compadeciera durante una calamidad como la que vivimos. Que no respetara población, causa o tragedia.

Antes del Coronavirus: los autodenominados decentes, anticorruptos y líderes sociales, hacían su agosto mediático pidiendo a grito herido todo regalado, subsidiado o donado mientras se hacían "los de las gafas" cuando les pedían donar parte de sus opulentos ingresos, sueldos o regalías.

Antes del Coronavirus: los artistas, cantantes y actores de quienes nada se espera, no defraudaron y no han hecho nada. ¡Ah sí! Comercializar obras y lanzar canciones con temáticas del contexto actual... 'Volveremos a abrazarnos', 'Estar cerca', 'Saldremos juntos', 'Quédate en casa escuchando mi nueva canción disponible en itunes', etc.

Antes del Coronavirus: también camuflábamos nuestras frustraciones, miedos, odios e ingenuidades con memes de muy buena factura. 

Antes del Coronavirus: evidenciábamos nuestra ignorancia creyendo cuanta cosa pasaba por las redes en forma de audio, retuit, captura de pantalla o post; y confirmábamos nuestra ligereza y vanidad compartiéndolo con todo el mundo, con la credibilidad de una quinceañera en noche de prom.

Antes del Coronavirus: ¡Ya estábamos contagiados!

Éramos una sociedad que se preciaba de ser muy "in": indiferente, incoherente, incendiaria, intolerante, insensata, inhumana, incapaz,... El virus tardío solo vino a ponerlo al descubierto y a confrontarnos con nuestra inigualable doble moral.

Ahora bien, no todo es malo, muchos (y también me incluyo en esto) gracias a la pandemia, descubrimos, entre otras cosas, el valor de lo que antes considerábamos insignificante. Lo irrelevantes que resultan nuestras diferencias ideológicas, económicas, religiosas y sociales, ante la idea misma de la muerte. Lo que significa la libertad y cuán frágil es.

Ya sabemos cómo éramos antes del Coronavirus, solo resta quedarse en casa y esperar cómo seremos después de él.

Amanecerá y veremos.

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jueves, abril 02, 2020

EL CORONASOCIALISMO DEL S.XXI

Antes de escribir otro texto refiriéndome a lo único que nos faltaba por ver a los de la generación X (1975-1985) - una pandemia apocalíptica - tiro este chiste, visto por ahí, para afianzar una idea que cada día que pasa me convence más: el socialismo es el peor virus de la humanidad. (No es coincidencia que el Covid_19 haya sido creado en una de las pocas sociedades, políticamente comunistas, que quedan en el mundo).



Un señor que va en su carro se percata de que está perdido, gira, busca a un transeúnte y cuando lo encuentra le pregunta:

- ¡Disculpe!, ¿podría ayudarme? Quedé de encontrarme con un amigo a las 2:00 p.m., llevo media hora de retraso y no sé dónde me encuentro.

- Claro que sí -le contesta el mancito que iba caminando- usted está a unos siete kilómetros del Centro de la ciudad, entre 40 y 42 grados de latitud Norte y 58 y 60 de longitud Oeste.

- Usted ingeniero, ¿verdad? -dice el del carro
- Sí señor, lo soy. ¿Cómo lo supo?
- Muy sencillo, porque todo lo que me ha dicho es "técnicamente correcto", pero "prácticamente inútil": continúo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información.

- Usted es socialista, ¿verdad? -pregunta el de la calle.

- En efecto -responde orgulloso el del carro- ¿cómo supo?

- Porque no sabe dónde está ni hacia dónde se dirige, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, está usted exactamente en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna extraña razón parece que la culpa es mía.

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