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martes, diciembre 07, 2021

UN HAMPÓN HISTÓRICO



El Mesías de la ultraizquierda bolivariana Gustavo Petro, dejó boquiabierta a toda la comunidad económica del país, y con un sentimiento de culpa a la institución que lo egresó como Economista, al ser quien, sin miedo ni vergüenza, propusiera prender la impresora de billetes del Banco de la República para repartirlos hasta que se erradicara la pobreza (al mejor estilo del finado Chávez). 

Según el 'Señor de las Bolsas', el gobierno debe imprimir dinero bajo el apodo populista de 'Bonos Covid' y repartirlo a los pobres, de esta manera, acabar con la pobreza en Colombia. Obviamente, y para darle más prensa a semejante "ideota", el hábil Petro usa expresiones faranduleras como REDISTRIBUIR LA RIQUEZA.

Desde estas letras nos preguntamos: ¿por qué imprimir una moneda tan devaluada como el peso? ¿no será mejor imprimir dólares o euros y de paso pagar la deuda externa y hasta acabar con el hambre a nivel mundial? Si se acaba, pues imprimimos más y listo.

Ahora bien, dejando sarcasmos de lado, hay que reconocer el físico pavor que se esparce silencioso entre quienes sentimos y sabemos que la elección de la versión colombiana de Chávez, sería el puntillazo final en el ataúd de Colombia.

Las recientes y montruosas filas para expedir el pasaporte, con la intención de abandonar el país y no volver, dan cuenta de ello. (90% de los encuestados en la fila, según reveló un estudio de La FM).

Y es que con una retórica envidiable, con un discurso populista que seduce masas y una inteligente estimulación del odio de clases, 'El Cacas' (como lo llamaban en el M-19) se acerca peligrosamente a la Casa de Nariño. 

Lo curioso del asunto es que a diferencia de su mentor e ídolo, Hugo Chávez Frías, Petro no ha sido sutil con respecto a las medidas bolivarianas que piensa implantar en nuestro país, de ser electo. Por ejemplo: poner a tributar solo a 4.000 personas, las más "ricas", para que ellas solas paguen lo que le tocaría al resto de colombianos. Naturalmente, los dolientes de semejante "venganza tributaria" serán los primeros en salir pitados de Colombia (y con ellos, sus riquezas) tras confirmar el nefasto escenario en el que Petro gane la elección.

Expropiar terrenos de más de 1.000 metros cuadrados que no sean productivos. Lo anterior desincentivará el sector inmobiliario rural, pues nadie en sus sentidos comprará un lote o terreno al saber que en cualquier momento le será arrebatado de las manos. De la misma forma los dueños actuales de alguna tierra la venderán antes de que llegue la Colombia Humana a sonsacarles su propiedad.

Acabar con la industria petrolera. De entrada se trata de renunciar al 2,1% del PIB (lo cual puede no ser mucho para algunos) sin embargo es el bien que más exporta Colombia (28%). Obviamente el 28% del dinero que le entra al país sobre el total de las exportaciones no es una bicoca y para que Petro pueda sustituir su importancia e impacto económico, le tocaría aumentar en más de 400.000% la producción de aguacates (que es algo así como que cada colombiano tenga una mata de aguacate en su casa) o traer, como ya lo ha dicho, 12 millones de turistas por año (actualmente llegan al país algo más de cuatro millones, incluyendo repatriados y algunos inmigrantes venezolanos).

Lo anterior sin mencionar la grotesca crisis energética que afrontaría el país y el brutal incremento en el precio de los combustibles, que a su vez llevaría los precios de prácticamente todo a niveles inalcanzables. 

Obligar a los empresarios a repartir sus utilidades con los empleados. Es evidente la bronca que el capo del Pacto Histórico y de la Primera Línea, profesa en contra de los empresarios. Se entiende, ya que hablamos de un sujeto que nunca en su vida ha tenido un negocio o ha generado un empleo. En todo caso, lo que plantea Petro lo único que logrará es que todas las empresas se esfumen, se radiquen en otros países y que el tenue espíritu emprendedor colombiano (ya mermado por la alta carga tributaria y presa de una voraz informalidad) se extinga tan rápido como se dispararán los niveles de desempleo, pobreza y miseria. ¡No tenga dudas, eso pasará!

Reducir de forma autoritaria los arriendos. El golpe mortal para el sector inmobiliario y de la construcción, que es de los que más jalona la economía cuando la crisis se asoma. El verdadero problema en esta propuesta es que cualquiera con dos dedos de frente, preferirá invertir su dinero en cualquier lugar de la tierra o sector económico, antes de comprar inmuebles en Colombia. 

Conteste con honestidad: ¿Compraría usted un inmueble en Venezuela o en Nicaragua en estos días?

No quiero extenderme de la misma forma que se extiende Petro con sus disparates, propuestas demagógicas y popularacheras. ¡No terminaría!

Al tiempo que escribo esto, allá está el Chávez colombiano, quien empezó su campaña antes que los demás (porque es normal para él saltarse las reglas) arengando en una plaza pública: "Uribe paraco, el pueblo está berraco".

La gente que lo acompaña (pagada o idiotizada) celebra el cántico sin reparar en la factibilidad o realidad de las ideas del líder marxista. Entonces, si la idea es hacer que la gente analice sin fanatismos y con mucho criterio las propuestas de este individuo, pienso que también debo crear un cántico con rima, métrica y ritmo que logre lo que hace el coro referente al expresidente, pero de forma opuesta. 


Todavía no nos ha llegado el Apocalipsis (así como al vecino venezolano, argentino, nicaragüense, peruano, y recientemente, hondureño), aún tenemos el futuro en nuestras manos, por eso cuando Petro salga con otra de las sandeces que dice, cantemos al unísono...

¡Petro hampón, el pueblo no es güevón!


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