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viernes, junio 26, 2020

Vi sin iva


¿No les pasa que a veces sienten que están viendo su realidad desde lejos, como si estuviera encerrada en una burbuja? ¿Como si uno no estuviera adentro de ella? 

Pues bien, no cuento nada nuevo al decir que este 2020 ha sido un año frenético, atípico y por demás decepcionante. Lo anterior se acentúa si uno vive en Colombia, un país en donde cotidianamente pasan cosas de “no te lo puedo creer”.

Ya vamos por la mitad del año y solo en este mes ocurrieron unas cosas que se volverían eventos históricos en cualquier otro país en donde la locura colectiva no sea pan nuestro de todos los días. Particularmente me voy a referir a uno solo: El Día sin iva.

Vi una iniciativa para reactivar la golpeadísima economía criolla (Día sin iva). Hasta ahí bien, hasta que agité la burbuja para que los detalles ocultos empezaran a flotar en el líquido de esta nefasta realidad.

Vi ríos de personas, que se suponía no tenían con qué comer, ávidos de televisores y bienes suntuarios.

Las vi juntas, atiborradas, en montonera, compartiendo alientos jadeantes, cuando se supone que estamos en cuarentena, tomando distancia para salvar nuestra vida y la de los que amamos, cantando canciones y aplaudiendo desde los balcones.

Vi a los comerciantes subiendo precios antes de la jornada. Vi a los “otros” comerciantes pagándole a las personas 20mil o 50 mil pesos, para que fueran a comprar mercancía (y así saltarse la restricción de dos o tres productos por persona)… Ya llega diciembre con su alegría.

Vi nuestro chicaneado desarrollo tecnológico sucumbir ante la enorme demanda de compradores virtuales, vi cómo las páginas de encopetados almacenes se bloqueaban y obligaban a sus visitantes a hacer filas virtuales de 5 y 6 horas. Vi también cómo esos mismos almacenes, de forma deliberada, bloquearon sus páginas para que no les acabaran el inventario (sin iva) y les quitaran la oportunidad de deducir otros tributos.

Vi cómo los bancos, de forma soterrada y solapada actúan como lo que son: los verdaderos timoneles de este país, al obligarnos a solo adquirir bienes a través de medios electrónicos, especialmente, usando tarjetas de crédito con intereses módicos del 2,4% - 3,2% mensual.

Vi cómo algunos que incitaban a la multitud a protestar, a revolucionar, a romper los protocolos (y los bienes ajenos) para exigir derechos, igualdad, oportunidades; cuatro días después de hacerlo, esos mismos líderes clamaban con la etiqueta #NosEstánMatando al referirse a la jornada comercial.

Vi a algunos diciendo que lograron recuperarse, vender, aprovisionarse, pagar salarios, comer. Vi a otros, desde sus casas, balcones, teletrabajo remunerado, incluso desde otras latitudes más empáticas, criticando a los que agradecieron la jornada, por ser unos esbirros de este gobierno “uribista, fascista y asesino”.

Vi sevicia en las redes sociales, de los que más se las tiran de sociales, al predecir (con cierta felicidad malévola) la "disparada" de contagios que va a haber en el país por cuenta del día sin iva.

Vi, con ya habitual tristeza, nuestra naturaleza destructiva, envidiosa, insidiosa y mañosa, cuando casi al unísono nacional se critica una idea (que mal o bien generó cinco billones de pesos en ventas) y se pide acabarla, en vez de reestructurarla, depurarla, mejorarla y ejecutarla correctamente.

Eso vi el día sin iva.

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