Clientes de esta humilde tienda

viernes, enero 13, 2012

INTENCIONES COMERCIALES Y SOSTENIBLES




En las lides de la Publicidad y de las campañas de comunicación, no es raro que diversos debates éticos se presenten en la actividad creativa, máxime cuando partimos de una verdad irrefutable que nos ubica a todos (publicistas, doctores, vendedores, periodistas, escritores…) en el mismo renglón, ¡Todos consumimos, gastamos, contaminamos, usamos y desechamos!

De antemano pido disculpas por el error de singularizar toda una profesión -la mía- y por traicionar lo que en un ámbito futbolístico se conocería como “la intimidad del camerino”.

Esta intimidad a nivel publicitario se refiere a lo siguiente: cuando tengo que crear una pieza publicitaria, por ejemplo, una que comunique que una EPS, cualquiera, es buena porque se preocupa por las personas sin importar factores económicos o sociales, sabiendo de antemano que no lo es (más de 5 billones de pesos se robaron de la salud de los colombianos las entidades “prestadoras de salud”), pienso que soy yo un contribuyente permanente a ese sofisma que los medios, la comunicación y la publicidad imponen sobre nuestro divino derecho: ¡el de saber la verdad! Cuando debo escribir “de manera creativa y conmovedora” una cuña o un comercial que indique que cierto banco es el lugar donde tus sueños crecerán, tus hijos progresarán y tus ahorros rendirán, siendo consciente de que aquí en Colombia el sector bancario es uno de los más mezquinos y usureros, que registra billones en utilidades cada trimestre, mientras en escalafones de desigualdad estamos en el top five mundial y poseemos unos niveles de miseria alarmantes, (casi el 50% de la población “sobrevive” con el salario mínimo, unos 300 dólares al mes aprox.), pienso que la “verdad” que se esconde detrás de luminosos anuncios, portentosos cabezotes de noticieros, hermosas presentadoras, fastuosas producciones y la ilusión de control estatal; dista de ser algo verídico, dista de ser algo real.

¿Por qué costará tanto creer que hay compañías que de verdad ayudan, que se preocupan y cuidan?, Sé que en mi caso es porque muchas veces estoy detrás de la creación de esas opulentas campañas y conozco esas primeras intenciones que impulsan a disfrazar las circunstancias, las cuales están más amarradas a ganar presencia de marca y a propagar el posicionamiento de la empresa que a devolverle algo al mundo que les da todo. Ahora, las preguntas son: ¿cree usted? ¿Está a salvo nuestra supervivencia en manos de las grandes corporaciones? ¿Si una fábrica derriba un árbol para producir un bien, siembra dos?

Hace poco Dean Sanders, creador de una firma consultora en temas de sostenibilidad, vino al País a participar en un foro acerca del tema y a “tomarle el pulso” a las principales empresas colombianas en términos de Valor Social o lo que en inglés se conoce como Social Equity.
Las conclusiones fueron pobres y predecibles. De entrada el grueso de las empresas aún ve la sostenibilidad y la responsabilidad social empresarial como un gasto y no como una inversión (previsible, ¿cuándo ha sido rentable invertir en la gente, en la naturaleza, en la vida?).

En segundo lugar, las personas sí le creen a las empresas que dicen que se preocupan por un , al punto de modificar sus hábitos de compra y uso. #crédulos.
Finalmente, no tenemos una cultura educativa sostenible, ni en los niveles básicos ni en los profesionales. El lado positivo de estas desalentadoras terminaciones, es que sí tenemos una gran oportunidad en el país. Una de las ventajas de estar tan atrasados en estos temas y de mantener una dinámica empresarial tan retrógrada, proporciona la posibilidad de avanzar mucho y de ser, por primera vez y ante el mundo, un ejemplo positivo. Ser lo que nos creemos ser.

Lo anterior lo asevero para que despertemos de esa mentira que nos han vendido acerca de lo buen “vividero” que es Colombia. Hay muchas cosas buenas, ¡es cierto! Pero en un buen “vividero” no hay asesinatos a diario, no hay acciones terroristas en nombre de causas inexistentes, no hay un uso inconsciente de los recursos, no hay manipulación de la información, malversación de fondos, no hay inequidad y corrupción en entes privados y gubernamentales, no hay brechas imponderables entre pobres y ricos; de hecho el mejor “vividero” no debería pertenecer a 10 familias; en el mejor “vividero” debe haber gente dispuesta a darlo todo, a exigirlo todo, a ponerlo todo por tenerlo, por defenderlo. Si no nos empoderamos, vamos a seguir viviendo de eso, del cuentico.
Hay días, como hoy, en los que llegar a una conclusión es tan difícil como inocuo, pero espero, de todo corazón, que la próxima vez que un anunciante me contrate para desarrollar una campaña de responsabilidad social o de sostenibilidad, no me diga con entusiasmo… “lo importante es que mi logo se vea bien grande”.

ENTRE TANTO
 Les recomiendo en Youtube ‘El origen de las cosas’, un “jalón de orejas” que nos da una alerta sobre la forma y el ritmo como consumimos. Muy instructivo y educativo. 




 Salió el nuevo Google+, una nueva red social que busca “ponerle el pie” a Facebook. Me pregunto ¿qué utilidad tiene otra red que solo busca dinamizar la competencia y aumentar el tiempo que cualquiera de nosotros dedica a revisar la vida ajena? Desde este espacio conmino a que la usemos solo para promover buenas causas, quién sabe, tal vez podamos cambiar el mundo una vez más, así como las Redes Sociales en su momento lo hicieron. 

 Se vienen las Elecciones para alcaldes y gobernadores y desde ya aparecen esos grandes caudillos, que como decía el gran maestro Arnulfo Briceño en su canción ‘A quién engañas abuelo`: “…andan prometiendo escuelas y puentes donde no hay ríos…”, y la gente se deja llevar convencida de un futuro mejor. Exhorto a que todos cumplamos con nuestro deber constitucional de votar, pero que lo hagamos conscientes de las necesidades colectivas y no de las particulares, que lo hagamos enterados de que ellos son Servidores Públicos y como tales, deben servir al público, que leamos sus programas y a través de los entes de control, exijamos que sean cumplidos. Ya nos pasó (?), no darle responsabilidad al voto ha resultado en ciudades atrasadas, inseguras, violentas, corruptas y sin sentido de pertenencia, si no me cree, pregúntele a cualquier bogotano. Recuerde usted, yo y todos, tenemos ‘la voz de Dios’, somos ‘la voz del Pueblo’.

¡QUÉ INDIOS!

Practicar el ‘Ayni’, incluir dentro de la rutina el ‘Ayllú’, ofrendar y tributar a la ‘Pachamama’.

Principios precolombinos que deben sonar ajenos y desconocidos para cualquier persona, pero que fundamentan significados simples que otrora fueron cimientos del imperio más poderoso de América del Sur. “Hoy por ti, mañana por mí”, “trabaja por el bien general” y “devuélvele a la Madre tierra algo de lo que te da”.

Ahora que estas frases no suenan tan “cholas”, frustra saber y conocer los detalles de la debacle de un imperio que se desarrolló bajo esas tres máximas y que hoy, ya extinto, exhibe rezagos culturales que la evocan en algún recorrido turístico a través de los Andes.

El lugar en algún momento se conoció como el Tahuantinsuyo (territorio ocupado por el Imperio Inca que comprendía territorios relativos al Sur de Colombia, pasando por Ecuador, principalmente por Perú y Bolivia, hasta gran parte de Chile y el Noroeste de Argentina). La instrucción empieza con una travesía casi imperdible por la ‘Montaña vieja’ o como se le conoce actualmente, Machu Picchu. Allí Romain, guía, peruano, cusqueño, mestizo y orgulloso, con un profuso conocimiento sobre los incas y enciclopédica fluidez ilustra al turista que ávido por obturar su Cybershot sobre cualquier detalle se distrae con la magnificencia del paisaje y se pierde todo lo que tenían, hacían y sabían los descendientes de Inca Roca el primero en ser llamado Inca -gobernador supremo, rey-. Los aportes que hicieron en todos los ámbitos fueron innumerables como útiles, su organización jerárquica era simple pero estructurada, sus creencias aunque sincréticas en varios sentidos con algunas religiones modernas, eran coherentes y llenas de instinto, su vida era en una palabra, equilibrada.



Hambruna o escasez fueron vocablos que nunca tuvieron referente, las evidencias apuntan a una constante superproducción de alimentos y modernas técnicas de conservación de los mismos. Fueron una cultura agrícola, desarrollaron los andenes, (terrados artificiales que servían para obtener y aprovechar diversos microclimas, el agua y el cultivo en las laderas andinas), los fertilizantes orgánicos y los sistemas hidráulicos de riego que fueron el punto de partida para muchos sistemas que se implementan actualmente. El tributo o la ofrenda jamás faltaron a la Pachamama, encargada de propiciar la fertilidad en los campos y soberana del Hurin Pacha o el mundo de los vivos.

El Valle Sagrado esconde sabiduría, El Camino del Inca demuestra convicción, Machu Picchu es energía y espiritualidad.

De regreso en Colombia, “la actual”, los aspectos son diametralmente opuestos y desoladores. 70% del país inundado, casi 2 millones de damnificados, pérdidas multimillonarias, cultivos arruinados, escasez de alimentos, deslizamientos, carreteras bloqueadas, desabastecimiento, muertos y miseria.

Las constantes e indiscriminadas lluvias han hecho del país una verdadera tragedia y todo atribuido a un pueril fenómeno (el de la niña). El gobierno se ha manifestado a través de los medios para clamar por la caridad de los no afectados, donaciones provienen de toda clase de organizaciones y empresas, sus intenciones me las reservo; grupos, post y twitts incitando a la ayuda “inundan” las redes sociales. ¡Cómo no, hay que colaborar!, pero desde este espacio prefiero la postura de prevenir para no lamentar. Este chaparrón pasará, el agua bajará, las casas y carreteras se volverán a construir, los mensajes en redes regresarán a la trivialidad, las donaciones y ayudas tendrán diferentes destinos, volveremos a abusar de la tierra transgrediendo sus principios, seguiremos dándole más valor al dinero que a la supervivencia, continuaremos siendo, o tratando de ser “desarrollados” ¡cueste lo que cueste!

Hoy, con palabras quiero pedir que volvamos a esas viejas costumbres, promovamos en todos los aspectos de nuestra vida tres sencillos principios: aprender y enseñar, buena moral y respeto a la madre tierra, ella estuvo aquí antes de que todo empezara y cuando todo acabe, ella permanecerá.

Trabajemos por los demás y por nuestra comunidad, ¡es nuestra! (Mita), demos la mano cuando alguien lo necesite, seguramente nos la darán cuando la necesitemos (Ayni), el trabajo en favor de los desafortunados no debe ser discrecional (Chunga), seamos más indios. Si lo hacemos, tal vez la próxima vez que alguien le diga “qué indio”, usted conteste Gracias.

NO VA A HABER CON QUIEN

La Publicidad, disciplina omnisciente, omnipresente y pletórica de geniales e irreverentes “creativos, planners, gurús, vacas sagradas y celebridades” se rajó en cuanto a consciencia ambiental. ¿Qué es lo que pasa?

Cuando me llamaron para que escribiera este artículo, pensé en una infinidad de inicios, redondeos y desarrollos de la idea principal acerca de los esfuerzos de la Publicidad colombiana en pro del ambiente. Gran parte de mi tiempo la dedico a enseñar en una Universidad de Bogotá, así que el primer y obvio referente de investigación debía ser el antecedente académico, ¿qué se ha hecho?, ¿cómo participan las comunidades universitarias en iniciativas que defiendan la naturaleza?, ¿a alguien realmente le importa?

Antes de llegar a la Facultad y de responder esos interrogantes me encontré unos mensajes dispuestos (pegados con cinta y hechos a mano) a lo largo del claustro donde cuestionamientos acerca del ambiente atacaban al transeúnte con preguntas directas y retóricas. “¿Sabes cuánto se demora en descomponerse un pañal?”, “¿sabías que con el aluminio que desechamos los seres humanos en un mes, podría construirse toda la flota de aviones del mundo?”, (incluso uno que tenía una lata pegada) “¿sabes cuánto se demorará el ambiente en destruir esta lata?”.

Debo confesar que, aunque carentes de estética y faltos de toda noción artística, los mensajes alcanzaron a hacer que me sintiera ignaro en el tema, ajeno y hasta culpable. No tengo ni idea de nada relacionado al ambiente, sé de algunos datos, porque los he leído o los he visto los especiales de Natgeo, pero francamente, si más de la mitad de los publicistas sabe menos que yo, el mundo está perdido. Y no es una visión modesta (para aquellos que piensen que no sólo de Publicistas es el problema), lo que sucede es que nosotros somos gestores y catalizadores de información que vale y representa dinero, mucho dinero. Si nosotros que trabajamos con la información, transformándola, modificándola y llevándola no sabemos nada del tema, ¿quién lo sabe? Continué mi camino y al llegar a la Facultad le pregunté al Decano acerca de las iniciativas de la comunidad publicitaria en pro del ambiente y la conservación ecológica, su respuesta fue tan austera como mis conocimientos. ¡Preocupante! Indagué un poco más y los resultados fueron pobres, pobrísimos. En las universidades el calentamiento global, la polución y la tala de árboles no son temas de la agenda, eso es problema de otros, “aquí hay cosas más importantes que resolver”. Eso sí, los letreros de no pisar el prado, están siempre erguidos, orgullosos y cumpliendo con su deber. Luego me dirigí al terreno netamente práctico. No fue difícil encontrar en la web miles de anuncios, de diversas latitudes, en favor del cambio climático. Con pesar debo decir que ninguno impulsado directamente por una agencia de Publicidad. En contraste el ambiente halla en WWF (World Wild Foundation) y en GREENPEACE sus más fervientes quijotes, que como hidalgos pelean contra un monstro de mil brazos y dos mil cabezas que parece alimentarse de la indolencia de los seres humanos.

Aquí en Colombia son contados los casos donde bajo el amparo de la muy popular “Responsabilidad Social Empresarial” algunas marcas exaltan en sus comunicaciones que el producto es amigable con el ambiente. Lo anterior tiene dos lecturas, una es que las marcas se valen de su supuesta responsabilidad para aumentar sus ventas. Otra es que simplemente y por cuenta de las regulaciones gubernamentales, sus procesos deben respetar los recursos, aspecto que las marcas convierten en una oportunidad para decirle al público lo buenas que son. Dos ópticas de alguien que ha estado en el ruedo y también en la barrera. Naturalmente nuestro buzón está abierto para que usted tenga el espacio pertinente para desmentirme o reafirmarme.

En suma, esto más que un diagnóstico debe ser una exhortación, un clamor verde (ojo, no se confunda con cierto movimiento político) a toda la comunidad publicitaria del país. No es suficiente con llevar las propuestas en formato digital para los clientes, no basta con darle la vuelta a la hoja y ponerla en la bandeja de “reciclado” de la impresora, no basta con mensajes fugaces y efímeros en un perfil de Facebook, no sirve de nada que en un grupo de una red social haya 300 mil inscritos apoyando el ambiente y protestando por el cambio climático, cuando de fondo no hay vías de hecho, sin ellas todo lo demás son sólo buenas intenciones y ya sabemos qué es lo que dicen de ese tema. Nosotros los publicistas (para empezar) debemos más que ponerle pañitos de agua tibia al problema, untarnos las manos de tierra y forjar un cambio cultural.






Los Planner deberían dejar de recomendar medios impresos, en las agencias podríamos eliminar los departamentos de producción gráfica y volverlos de producción eficiente o reutilizable, fomentar el uso de medios digitales y de portales que consuman menos energía, premiar la creatividad responsable ambientalmente, honrar esas campañas que no sólo desde su concepción estratégica aboguen por la naturaleza sino que desde sus procesos de difusión velen por ella, salir a marchar no sólo en contra de las farc o porque creamos que Chávez es un hijuetantas, salgamos a marchar por la vida, salgamos a plantar árboles, salgamos a chatarrizar los buses viejos que la Alcaldía por incompetencia o por indolencia no ha chatarrizado, impulsemos un ‘Día sin Carro’ sin carros de ninguna índole, aprobemos un referendo para castrar a los que provocan incendios y arrojan basura a los ríos, volvamos a la lectura, a la tertulia y a los días donde la luz era un estorbo para vivir. Por último démonos cuenta de que podemos pelear por fronteras, política, fútbol, amor, poder, religiones, dinero y mil cosas más, pero sin mundo, no va a ver con quién hacerlo.

RASGUÑA LAS PIEDRAS

“Detrás de las paredes, que ayer te han levantado, te ruego que respires todavía…”.

Fragmentos sui generis de una canción creada por un grupo bautizado de la misma forma que suena mientras pienso en cómo hacer para que estas letras calen. Rasguñar las piedras describe de una forma introspectiva lo que se siente cuando hay que hablar a favor de un desprotegido.

Digámonos la verdad, todos nos preocupamos por el ambiente como nos preocupamos por el hambre en África, los desplazados, la carrera de Marbelle y el potasio en la leche… (!) Algunos (pocos) apagamos las luces que no se están utilizando, cerramos la llave mientras nos lavamos los dientes y compramos algunos productos “amigables”; es más, en ocasiones hemos “expuesto” la vida -literalmente- al decirle a algún gil de los que abundan por ahí y por allá, que no tire basura a la calle. Lo peor de todo es que por estas pequeñas “buenas obras”, ahora nos conocen como los “ambientalistas” del grupo o de la familia… -¡Usted cómo jode!- replican cuando preguntamos de manera inocente que por qué esa luz está encendida o por qué el televisor está prendido si no hay nadie viéndolo. Tan abstinente es la cultura climática de la mayoría de ciudadanos (por no decir habitantes), que esas pequeñas acciones en pro del planeta nos rotulan como los descendientes directos de Jacques Cousteau o Steve Irwin. Pero, ¿es nuestra preocupación consecuente con las cosas que hacemos por el ambiente? Usted y yo sabemos que no es así.

“Apoyo mis espaldas y espero que me abraces, atravesando el muro de mis días…”.

Casualmente asistí hace pocos días a una charla acerca de las crisis en las organizaciones. Una de las lecciones más valiosas de este foro, fue descubrir que es precisamente durante las crisis que los abanderados o los voceros de la organización deben hacer gala de su sapiencia y expertise para lograr desarrollar eficazmente planes de contingencia que solventen el conflicto. En ese orden de ideas, es imposible no hablar del peor desastre que ha vivido la humanidad y el cual estoy seguro es protagonista en muchos textos de esta edición.

El pasado 22 de abril, fecha que conmemora el día internacional de la tierra y el natalicio de mi esposa, (irónicamente) la plataforma petrolera Deepwater horizon explotó y dejó como saldo once personas desparecidas, dos muertos -en las labores de contención- y la medio bobadita de más de 60.000 barriles diarios de crudo que durante 55 días fueron a parar al océano.

Catastrófico a todas luces.

Revalidando lo de nuestra preocupación laxa y ajena, calcularé en litros esta cifra para que usted como yo, sienta pena. Repito estas letras nos tienen que hacer cambiar, ¡algo tiene que pasar!

Un barril de crudo estadounidense equivale a 158.987 litros, que multiplicando por 60 mil (barriles) y multiplicado por 55 días que estuvo sin contenerse el derrame, dan una cifra trágica o como diría un amigo “vulgar display of power”.

Sin puntos de unidades de mil, ni apóstrofos que indiquen el millón, el daño es irreversible.

Lea esto (si puede): 524657100000. Si no pudo le ayudo: quinientos veinticuatro mil seiscientos cincuenta y siete millones, cien mil litros de petróleo aproximadamente flotan en el mar destruyendo y acabando con todo lo parezca vida marina por cuenta de la avaricia y la dependencia desproporcionada de los seres humanos (lindo eufemismo para clasificar una especie que destruye su propio entorno) por el oro negro.

Funesto, Desastroso, Catastrófico…Otra lección del foro de crisis fue evitar palabras como esas, pues ante los medios suelen convertirse en armas de doble filo. Pero como yo no soy vocero de la BP no voy a poner en práctica esa lección. Nosotros somos los abanderados y representantes de este planeta por tanto debemos llamar a las cosas por su nombre y hacer lo que sea necesario para salvarlo o para que nos respondan por el daño… Y no hablo de dinero, ¿qué nos importa que multen a la multinacional culpable de esta desgracia?, A mí y a usted como voceros de esta empresa llamada LA TIERRA ¿para qué nos sirve que el mundo se llene dólares “indemnizados”? si en este momento hay más de 20 compañías haciendo lo mismo y manteniendo los riesgos potenciales que tuvo la plataforma que sí explotó.

Como inquilinos de este planeta que nos prestaron para vivir ¿qué vamos a hacer?

“Y rasguña las piedras, y rasguña las piedras, y rasguña las piedras hasta mí…”.

Yo soy Publicista y Docente Universitario y sé que desde mis actividades puedo ayudar a cambiar la cultura y a frenar esta indolencia generalizada, sé que usted desde su quehacer o su profesión también puede hacerlo, por eso lo exhorto a que cuando menos comience a apagar luces y a increpar a aquella señora que no recoge el papelito del dulce que se acabó de comer. No le dé pena ni pereza apagar la luz de un baño comunal o de la oficina de la empresa, cierre los grifos de orinales que arrojan agua sin contemplación cuando nadie está miccionando, sacrifique la estética de su casa y utilice bombillos ahorradores, compre productos ecológicamente amigables, valen lo mismo que aquellos que no lo son, ¡recicle!, no imprima, reenvíe; no maneje, camine; no queme basuras, clasifíquelas; no sigamos en las mismas, cambiemos.

Estamos en crisis y es ahora cuando el mundo necesita de sus abanderados y de sus voceros. A los que esto les vale “huevo” no descansan, nosotros, a los que sí nos duele, tampoco podemos hacerlo.

Ojalá estas palabras calen y se conviertan en acciones, de lo contrario puede ser que la próxima letra que escuchemos sea la de Canción para mi muerte.