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viernes, mayo 13, 2022

EL MAL CAMBIO

¡No entiendo! De verdad que no entiendo de qué se trata ese delirio colectivo que genera el tal cambio que tanto promete y repite de forma frenética Gustavo Petro.

Colombia, por estos días, luce más convulsa que de costumbre. La razón es la tediosa temporada de campañas presidenciales (las más sucias de la historia, dicen), las cuales nos acercan angustiosamente a saber si el país, de una vez por todas dará el timonazo hacia la izquierda socialista y al abismo de la zozobra o sacará la cabeza y tomará una bocanada de aire que le aguante cuatro años más de república, de democracia y de libertades fundamentales.


Lo curioso del asunto es que en otras circunstancias, la decisión sería fácil de tomar y no debería suponer ninguna dificultad elegir entre la sensatez y la locura. Sin embargo, y contra todo asomo de lógica, el candidato que encarna el salto al vacío y el fin irreversible de la democracia, va liderando las encuestas y se perfila como Presidente de los colombianos.


Lo que es peor de todo es que aunque Gustavo Petro es un demagogo de miedo y tiene una retórica que parece un canto de sirena para los fascinerosos, también es un candidato ingenuo y tonto.


Cuando goza de mayor aceptación sale con cifras mentirosas y datos apócrifos, que son fácilmente desmentidos. Cuando el apoyo mayoritario se percibe a su favor, se avienta a hacer pactos subterfugios con narcos y corruptos, que luego son visibilizados por los medios vigilantes. Cuando mejor va, peor procede.


Con todo ello y justo cuando uno cree que su popularidad se va a ver afectada, inexplicablemente se fortalece. Cuando todo apunta a su caída, su imagen de forma enigmática se alza sobre los otros candidatos.


Este fenómeno me intrigó, me conminó a observarlo y a estudiarlo. Cité fuentes, salí al campo, formulé hipótesis y cuando sentí que me acercaba a la explicación me encontré con una puerta impenetrable: la palabra “CAMBIO”.




Haga usted el deber de confrontar de la forma que quiera (con datos, hechos, estudios, ejemplos, ruegos, etc.) a cualquiera que “esté pensando” votar por Petro y le contestará con una variación gramátical de la palabrita: –tenemos que cambiar,Petro es el cambio que necesitamos, –Es el momento del cambio. 


Lo anterior demuestra que el asunto no es el cambio per se que supone Petro como mandatario, pues la alteración del statuo quo es por obvias razones indiscutible. El problema es el tipo de cambio que surtirá la elección del guerrillero como Jefe de Estado de Colombia.


Cambiará la economía negativamente suspendiendo los contratos de exploración de Ecopetrol, emitiendo moneda de forma irrestricta, generando fuga de capitales al reasignar la política tributaria, democratizando (expropiando) los ahorros pensionales, democratizando (expropiando) los predios improductivos, aumentando de forma desaforada el gasto estatal, obligando a los empresarios a distribuir sus utilidades, etc.


Cambiará la sociedad negativamente debilitando y casi eliminando las instituciones de control, transformando a la policía y convirtiéndola en un cuerpo comunitario, indultando a los violentos y narcotraficantes, imponiendo ideologías de género y dictando una agenda globalista-revolucionaria, potenciando a Fecode, farc, disidencias, clanes, bacrim y primeras líneas; proporcionando las mismas gavelas legales que las farc tienen al eln, etc.


Cambiará la constitución negativamente moldeándola a su imagen dictatorial y a su esencia sociópata.


Sí, definitivamente Gustavo Petro es el cambio, el mal cambio que Colombia no necesita.


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