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lunes, junio 15, 2020

EL CÓDIGO MATARIFE

"¡Devuélvanme mi plata!" Gritaba desde la silla del cine mientras los créditos finales ascendían a través de la pantalla. El Código Da Vinci, se terminaba y con ella, toda la especulación ridícula y zalamera que hizo la crítica cuando advirtió que la obra de Dan Brown, pondría a temblar al Vaticano y a toda la institución católica.



Lo mismo me pasó, salvo que sin poner un centavo, con Matarife, la serie web en contra de Álvaro Uribe Vélez, que en su expectativa aseguró que revelaría aspectos oscuros y pruebas contundentes e irrefutables en contra del expresidente.

Mejor dicho, la promesa era que el político más influyente de la historia de Colombia, quien de un tiempo para acá es culpado de lo divino y lo humano, caería estrepitosamente. En otras palabras, Watergate, El Escándalo Irán-Contra, Los archivos de Silvio Berlusconi, el asunto Clinton-Lewinsky y hasta el FIFAgate serían una menudencia al lado de 'El Matarife, un genocida innombrable'. 

Antes de seguir debo hacer una trillada aclaración: esto no es una apología de Álvaro Uribe, es una crítica sobre una serie. Sé que muchos sufren de "uribefobia" y todo aquel que no invierta sus días y noches a destilar odio en su contra, es tildado de barra brava del antioqueño. Sobre ese particular, me adhiero a la columna de Vicky Dávila El plan contra Uribe.

Pues el día llegó, los 'haters' del expresidente ingenuamente aflojaron sus datos personales a un montón de desconocidos para que la serie llegara a ellos a través de Whatsapp, sin saber que también sería transmitida por Youtube. 

Con la duración de un Tik Tok y una narrativa propia de los thriller de los 90 (con los clichés propios de ese tipo de producciones: la lámpara de mesa titilante, las fotos clavadas con chinches en un cartón pegado en la pared y el infaltable hilo rojo que enlaza las imágenes), el periodista Daniel Mendoza, un sujeto bastante "particular" de quien solo conocía algunos de sus lamentables trinos (que adjuntaré al final) y sobre el cual, la también periodista Salud Hernández, hizo una fuerte semblanza: "Es un hombre cegado por un obsesivo afán protagonista, que hizo de su vida de drogas y promiscuidad un canto a la malentendida libertad absoluta...", narra un panfleto falto de cualquier rigor investigativo, cuyas generalizaciones y afirmaciones dejadas en el aire generan más dudas que certezas.

Los primeros minutos se fueron justificando el nombre de la serie. Luego, con urticante palabrería, increpa al Club El Nogal al que al "ojímetro" acusa de ser sede de reuniones paramilitares, insisto, sin ningún rigor investigativo, sin documentos, registros o pruebas; solo con el tono propio de un exnovio entusado y con la penosa sugerencia de que el atentado que sufrió ese lugar, fue un acto justificado.

¡No sorprende! En una carta que mandaron veintitantas socias a la Junta Directiva del Club, al que Mendoza pertenecía (?), protestaban porque cuando el escritor iba al gimnasio, las acechaba y “mientras lo hacía, se tocaba sutilmente sus partes íntimas". Nada pasó en ese momento con esas denuncias por ser circunstanciales, ahora menos, que los hooligans del antiuribismo lo convirtieron en un oráculo de la verdad y la independencia.

En una conferencia reciente dije que encuentro lamentable, que el mundo enfermo, no de Covid, sino de odio, se una a cualquier clase de sujetos a partir de la tirria, del desprecio, de la sed de venganza o del repudio por algo o alguien. Es decir, no importa que este personaje sea un acosador sexual o un depredador, desde que odie a Uribe, está bien.

Hasta ahí fue el episodio dos. El resto será la misma tonada, despojos audiovisuales, bien editados, infundados en contra de los no afectos del autor y salvaguardando la honra de otros (farc), en donde la censura y el control de contenidos tiemblan ante la delgada línea que marca la resonada 'Libertad de Expresión'.

No pagué, no lo haría, pero si el tiempo es dinero, con 'Matarife' no me sobraron ganas de gritar: ¡Devuélvame mi plata!

@pelirolo (Twitter)
@El Pelirolo (Fb-IG)


El escritor argumenta que son trinos de un personaje de uno de sus libros.

Según Mendoza estos trinos en su cuenta personal, son del personaje de uno de sus libros. ¡Juzguen ustedes!




   

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